Relatos e imágenes de una mágica aventura
Eran las 15:30 horas del viernes, 17 de Diciembre de 2010 cuando nuestro avión de Egypt Air despegaba del aeropuerto de Barajas rumbo a El Cairo.
Atrás quedaban cinco intensos días en los que la Providencia hizo y deshizo para que los corazones de decenas de personas recibieran la llamada a contribuir en esta nueva misión: el anclaje, en el Monte Sinaí, del décimo cristal con códigos de cambio, que debía llevarse a cabo antes del Solsticio de invierno, es decir, el 21 de diciembre.
Y durante esos cinco días, como digo, los corazones oyeron la llamada, y muchos se abrieron incondicionalmente, aportando los recursos que posibilitaban la materialización de dicho trabajo.
Nosotros, por nuestra parte, nos dejamos llevar por la intuición y fluimos con los acontecimientos, sin cuestionar ni juzgar nada, confiando una vez más en el Padre.
Paralelamente, recibimos llamadas de personas que se sumaban al trabajo y que querían acompañarnos físicamente en esta mágica aventura....Hasta once personas, que a su vez tuvieron que solventar distintos obstáculos, tanto económicos como familiares y laborales. Pero cuando es el Amor el que alimenta nuestro propósito no hay límites que no puedan ser trascendidos, y una vez más, quedó demostrado...
Elena y Lola (Fuerteventura), Diana e Iván (Chipiona), Mª Ángeles, Victoria y Henk (Córdoba), Manuel y Mª José (Utrera), mi Hermano Wi y un servidor al pie de la Gran Pirámide de Gizeh...
Un número, once, que ya de por sí vaticinaba profundas experiencias; un ramillete de Almas comprometidas con el Plan Divino y cuyas decisiones se encaminan a hacer la voluntad del Padre Universal.
Cumplir con la voluntad Divina es lo máximo a lo que un ser humano debe aspirar pues representa la mayor expresión del Amor: el servicio a los seres que conformamos la Gran Familia Universal.
Cuando sirves al TODO recibes el ciento por uno...
De la forma más inesperada surge la oportunidad de contemplar las tres pirámides de Gizeh bajo la luz de una Luna irradiando magia sobre las arenas de un desierto en el que el sonido del viento soplando entre las dunas y las majestuosa cúspide de la Gran Pirámide lo inunda todo alrededor.
A lomos de unos camellos (no muy conformes con el improvisado madrugón), parte del grupo pudimos vivir la magia de aquella escena que perdurará para siempre grabada en nuestros corazones, al son de las oraciones procedentes que todas la mezquitas de El Cairo mientras despuntaban los primeros rayos de Sol.
Una aventura durante la cual, tal y como se comprueba en la imagen, estuvimos "rodeados" de LUZ.
Pero nuestro viaje apenas había comenzado...
(Continuará...)